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El director del hospital de Ushuaia planteó una situación desesperante

El Dr. Carlos Guglielmi advirtió que, “si un día aparecen ocho o diez pacientes de golpe, no vamos a tener dónde internarlos”. Expuso el agotamiento del personal de salud, sometido a un estrés cotidiano por la cantidad de contagios y de fallecidos. “Yo siento que tenemos una realidad dentro del hospital y la gente vive otra realidad totalmente distinta afuera. Acá la gente se está muriendo y afuera están como si todo fuera absolutamente normal. La gente no lo entiende, pero los pacientes se mueren y el porcentaje de mortalidad es alto”, expuso. Estimó que el 20% de la población de Ushuaia está contagiada, haciendo una proyección de los casos positivos, y ya no hay espacios no-COVID en el hospital, porque ingresan embarazadas a tener su bebé y son COVID positivo; lo mismo con otras patologías como peritonitis. Admitió que la calidad de atención se verá afectada porque “hasta 14 pacientes uno puede soportar en terapia con personal preparado”. Por encima de ese número, no hay personal suficiente “por más que hagan 20 polos sanitarios”.

Río Grande.- El director del Hospital Regional Ushuaia, Dr. Carlos Guglielmi, expuso la situación desesperante que se está viviendo puertas adentro, en contraste con la realidad que viven los vecinos de la capital fueguina, sin tomar conciencia del alto nivel de contagios y de las chances de perder la vida.

“Cada vez que entro al hospital, entro muy preocupado y esto ocurre todos los días. Uno ya ni duerme en la casa, porque desde que me voy al hospital sigo en contacto; todos los días es una partida de ajedrez donde tenemos que estar viendo qué cama movilizar para poder ingresar algún paciente nuevo”, describió por FM Master’s.

“En este momento tenemos 11 internados en terapia, y lo normal era 6 camas. La terapia está refuncionalizada en la sala de pediatría, donde tenemos 7 u 8 camas más, pero ya hay 5 ocupadas de esa sala de pediatría. De las 28 camas de la sala de adultos hay 26 ocupadas, pero las dos libres se ocupan en el transcurso de una mañana, entonces alguno pasa al polo sanitario y uno tiene que estar diagramando qué paciente va y cuál no. Después están los fallecidos, porque todos los días tenemos fallecidos. La gente se está muriendo y preocupa la angustia por el fallecimiento de toda persona, y que la familia no los puede ver. Hasta no llegan a hacer el duelo, que no es lo habitual porque no los dejan entrar a la habitación. Uno tiene que hablar con los familiares, se enfrenta a eso todos los días y es muy desgastante la situación de los profesionales que estamos acá adentro luchando con el COVID y con los pacientes que se mueren”, manifestó.

“La familia con todo su dolor protesta, presiona, algunos lo entienden y otros no, y es muy estresante. Uno se pregunta cuándo termina esto, porque todos los días siguen los casos en aumento, los médicos se nos caen porque algunos se van contagiando, hay menos personal y el que queda se agota. Estamos una situación muy crítica, si bien el hospital no está colapsado porque todavía nos quedan camas libres y está el polo sanitario. Pero podemos colapsar en cualquier momento, si un día aparecen ocho o diez de golpe, porque no vamos a tener dónde internarlos”, advirtió.

Dos mundos paralelos

“Yo siento que tenemos una realidad dentro del hospital y la gente vive otra realidad totalmente distinta afuera. Me comentaron que el domingo hubo asados en los campings, con 20 ó 30 personas festejando. Acá la gente se está muriendo y afuera están como si todo fuera absolutamente normal. La gente no lo entiende, pero los pacientes se mueren y el porcentaje de mortalidad es alto. El paciente que ingresa a internación tiene muchas chances de morirse y eso lo tiene que entender la población cuando sale y se infecta, pensando que no le va a pasar nada”, pidió.

“Siguen la fiesta, contagian a todo el mundo, y después vienen a llorar al hospital, o le echan la culpa a los médicos. La gente del hospital está muy desgastada por este estrés y uno no sabe hasta cuándo va a seguir esto, porque uno es un ser humano y se termina agotando. Yo me saco el sombrero con los profesionales que están todos los días trabajando, pero por el desgaste que tienen no sé hasta cuándo van a seguir”, remarcó.

Reconoció que no sabe “cuánto tempo más vamos a sostener el hospital, que no es igual que el de Río Grande. Si hoy tuviéramos los internados de Río Grande el hospital estaría colapsado. El problema es que cada paciente internado pasa 7, 14 o más días, no sólo en terapia intensiva, sino que son prolongadas en adultos también. Son 10 ó 12 días hasta que se van al polo, donde pasan 4 ó 5 días más. Tardan en irse y no tenemos dónde poner otro paciente. Realmente es una situación terrible, porque el paciente está en la sala, se comunica telefónicamente con el familiar, no se pueden ver, pareciera que todo está bien y de un día para otro le empieza a faltar el aire, termina en terapia y se muere. La familia después nos dice que hace dos días habló con él y estaba todo bien, pero esta enfermedad cambia de un día para otro, y no es lo que se ve habitualmente. Estamos ante un desafío muy importante y uno siente que la comunidad no acompaña esto”, lamentó.

Visitas para el último adiós

Consultado sobre la posibilidad de los familiares de despedirse de sus seres queridos, dijo que se analiza caso por caso. “Cuando nos da el tiempo, cuando sabemos que el paciente realmente está muy mal, tratamos de arreglar con familiares y, si han tenido COVID, se les permite el ingreso para que se despidan. Esto es caso por caso. Hay pacientes que no pueden valerse por sí mismos, que están postrados, y si hay algún familiar que haya tenido COVID se le permite que pueda entrar a auxiliarlo, a ayudarlo a comer. Pero no se puede permitir que ingrese un familiar por cada paciente, porque esto sería una locura. Hoy tenemos un grupo limitado de médicos y enfermeros y, si se nos contagia esta gente, no tenemos a quién tratar. No hay más, somos los que somos, por lo tanto los protocolos tienen que ser estrictos para cuidar al personal. Preocupa que dentro del hospital se termine generando un contagio masivo y tengamos que aislarnos todos, porque no va a haber quién trate a los enfermos. Lamentablemente hay que ser muy estrictos”, remarcó.

“En general por protocolo no se puede entrar, pero en algunos casos, si hay familiares que hayan sido COVID positivo, se hace una diferenciación caso por caso y se lo hace pasar, pero son casos puntuales. Después tenemos los pacientes que estaban bien y de golpe les falta el aire, pasan a terapia y la familia no puede despedirlo”, expresó.

“La gente tiene que tomar conciencia porque los pacientes se están muriendo. No puede haber reuniones sociales, o irse a comer un asado al Pipo”, insistió.

Derivados a la clínica

Si bien la intención inicial era mantener a los pacientes con COVID sólo en el hospital, se han visto obligados de recurrir a la clínica privada.

“Hoy necesito un auxilio porque ya prácticamente en el mundo no existen hospitales COVID y no COVID. Llega un punto en que no sabemos qué estamos atendiendo. Hay tantos COVID dando vueltas que no se sabe. Por ahí estamos atendiendo un parto y es COVID, así que nos tenemos que cuidar con todos; o viene alguien con un apendicitis agudo y es COVID. Ya empieza a pasar eso, porque a los dos mil positivos que tenemos en Ushuaia hay que multiplicarlos por siete u ocho. Estamos hablando de 15 o 20 mil habitantes, que son el 20% de la población”, estimó.

“Hoy ya internamos a pacientes de maternidad que vienen a parir sus hijos y son COVID positivo. Con la clínica arreglamos que separaran camas para COVID de las que tienen para internación, y esto nos descomprime un poco, porque el hospital también tiene que seguir brindando atención a los no-COVID. La gente se sigue enfermando de otras cosas y hay cosas que no pueden esperar”, alertó.

“Siempre que tengamos lugar, no hay problema para que la clínica traiga los pacientes COVID, y todos los días nos estamos comunicando para ver cuántos pacientes tiene cada uno, porque somos los únicos, la clínica y el hospital”, dijo.

Al límite

Con 11 en terapia actualmente, el hospital está al borde del colapso: “Hasta 14 pacientes uno puede soportar en terapia con personal preparado. Podemos poner 30 respiradores más pero ese respirador no sé quién lo va a manejar. Se pueden hacer 20 polos sanitarios pero no tengo personal para cubrir eso. No es solamente la cama, sino el personal, y a partir de cierto número la calidad de atención cambia totalmente. Cuando ingresa un paciente hay que avisarle a la familia que las chances de que fallezca son altas, por más que lo vean bien. Si ingresa al hospital es porque realmente no está bien, y las chances de que fallezca son altas. Eso lo tienen que entender”, concluyó.

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