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En la ciudad de Río Grande, donde las tradiciones deportivas se sostienen con memoria, afecto y un profundo sentido comunitario, el grupo conocido como las Viejas Glorias del Boxeo volvió a reunirse para cerrar el año en un ambiente cargado de emociones, recuerdos y camaradería. Esta vez, el lugar elegido fue la histórica confitería ‘Roca’, un escenario emblemático donde generaciones de deportistas compartieron sueños, conversaciones interminables, y también donde la historia del boxeo fueguino dejó una huella imborrable.

Río Grande.- Allí, entre anécdotas que ya forman parte del patrimonio cultural de la ciudad, se encontraron Carlos “Carlitos” Mansilla, Mario Félix Ferreyra, Juan “Roki” Ravena, Luis “Pailón” Vargas y Roberto “Robertito” Díaz, además de la posibilidad de que se acercara, como en cada encuentro especial, el siempre querido Martillo Pérez. Una reunión sencilla en apariencia, pero de enorme carga simbólica para quienes construyeron los cimientos del deporte de los puños en la ciudad de río Grande y la provincia.

“Esto siempre lo convoca Juan, él es nuestro Roki, nuestro Ravena de toda la vida; es quien nos reúne año tras año para terminar juntos el ciclo, compartir un café, un agua, lo que haga falta con tal de estar presentes”, contó Mansilla con una sonrisa que mezcla nostalgia y orgullo. Es un encuentro que trasciende lo deportivo: es un tributo mutuo, un abrazo sostenido en el tiempo.

La confitería Roca: un lugar donde vive la memoria

Para las Viejas Glorias, reunirse en el Roca tiene un significado especial. No es sólo un lugar simbólico para la ciudad: es un sitio donde quedaron capturados, en fotografías y en relatos compartidos, los momentos más intensos de sus vidas deportivas. En sus paredes, repletas de imágenes que rinden homenaje a quienes hicieron grande al boxeo local, todavía parecen resonar los ecos de guantes chocando y de respiraciones agitadas en los entrenamientos.

Mansilla lo expresó con claridad: “Para nosotros es como hacerles un homenaje a los que ya no están. Aquí hay fotos de compañeros, boxeadores, amigos que compartieron ring, gimnasio y la vida misma. Volver a este lugar es como abrazarlos otra vez”.

El recuerdo se hace presente sin necesidad de pronunciar demasiadas palabras. Basta ver las miradas de los asistentes, cargadas de emoción, para entender que esta reunión es un acto de amor y de gratitud hacia la historia del deporte fueguino.

La huella de Julián Baeza: un legado que no se apaga

Entre todas las figuras que marcaron el rumbo del boxeo en Río Grande y Tierra del Fuego, el nombre de Julián Baeza ocupa un lugar especial. Su fallecimiento en el último año dejó una herida en cada compañero, alumno y amigo que encontró en él un guía, un maestro y un ser humano excepcional.

La voz de Carlitos se vuelve más suave cuando lo recuerda: “Lo de Julián fue muy duro para nosotros. Él siempre estuvo. Siempre nos acompañó, siempre enseñó. Nunca dijo que no. Nos marcaba cómo tirar un ápercut, cómo moverse, cómo pararse arriba del ring. Era un tipo que vivía para el deporte y para la gente”.

No era sólo un referente de técnica, entrenamiento o estrategia. Baeza representó otro valor todavía más profundo: el compromiso comunitario. Incluso cuando ocupó una banca como concejal, jamás se alejó del deporte ni de los jóvenes boxeadores. Estuvo siempre disponible, siempre presente, siempre alentando a que la disciplina creciera.

La última vez que muchos lo vieron fue en un acontecimiento que quedó grabado como uno de los momentos más emotivos del boxeo fueguino: el 50º aniversario de las Viejas Glorias del Boxeo. Aquella noche, recuerdan, Julián parecía rejuvenecido, resplandecía una felicidad genuina al reencontrarse con sus compañeros de vida.

“Esa noche fue única”, dijo Mansilla. “Él estaba lleno de alegría. Fue como devolverle un pedazo de su juventud, de su pasión. Y hoy lo recordamos con esa sonrisa”.

El boxeo en Río Grande y Tierra del Fuego: entre la tradición y un presente en crecimiento

En las últimas décadas, el boxeo fueguino atravesó momentos de expansión, retroceso, incertidumbre y reconstrucción. Sin embargo, en los últimos años el deporte volvió a encontrar una línea de crecimiento sostenido gracias al esfuerzo combinado de entrenadores, clubes, instituciones deportivas y una nueva camada de jóvenes que representa con orgullo a Tierra del Fuego en diversos escenarios provinciales, regionales y nacionales.

“Es como que se ha ordenado un poquito más”, analizó Mansilla. “Escucharon a Ravena, escucharon a Pailón, escucharon también a Julián cuando estaba. Todos ellos marcaron un camino, insistieron en lo que había que hacer, en cómo formar a los chicos, en cómo trabajar con disciplina”.

Hoy, observa con satisfacción la evolución del deporte en la provincia: “Los jóvenes que están representando a Río Grande lo están haciendo muy bien. Eso muestra que hay una buena base, que se está trabajando mucho mejor. Y eso a nosotros nos llena de orgullo”.

Para las Viejas Glorias, no hay mayor satisfacción que ver que el legado se mantiene vivo. Ver que el sacrificio, la entrega y la pasión que ellos pusieron durante años vuelven transformados en nuevos talentos es, en muchos sentidos, un premio silencioso pero invaluable.

El valor social del boxeo: contención, disciplina y comunidad

El boxeo en Tierra del Fuego no es sólo un deporte: es un espacio de contención y desarrollo humano. Así lo entienden quienes pasaron por los gimnasios durante generaciones, y así lo observan las instituciones deportivas de la provincia, que reconocen la importancia de mantener abiertas las puertas para niñas, niños y jóvenes que encuentran allí un camino de crecimiento.

“La práctica del deporte -y esto lo digo para todos, no sólo para el boxeo- es lo mejor que le puede pasar a un pibe”, afirmó Mansilla. “Te ordena la vida, te da disciplina, te saca de la calle, te enseña a respetar, a esforzarte, a pelear por tus metas”.

En Río Grande, el boxeo ha sido históricamente un punto de encuentro para chicos y chicas de diferentes barrios que, más allá del nivel competitivo, encontraron en él un espacio sano, de valores claros y de relaciones que perduran toda la vida.

El trabajo institucional que se realiza en los distintos clubes y espacios deportivos de Río Grande se apoya precisamente en esa convicción: el deporte transforma, mejora realidades, fortalece vínculos y construye ciudadanía.

Una reunión que vuelve a encender la llama de la hermandad

Si bien las Viejas Glorias están en contacto todo el año, este encuentro anual tiene un matiz especial. Como explicó Mansilla, esta reunión significa volver -aunque sea por unas horas- al ring de la memoria, al sudor compartido, a los viajes interminables en colectivos lejanos, a los entrenamientos fríos pero llenos de determinación, a los combates que marcaron épocas.

“Siempre decimos lo mismo, pero es porque no hay otro sentimiento que describa esto”, explicó. “Nos alegra, nos pone contentos. Nos hace volver al tiempo en que estábamos arriba del ring. Nos acordamos de anécdotas, de peleas, de compañeros. Es algo que nos llena”.

La camaradería que se respira en estos encuentros no es algo improvisado: es el resultado de décadas de compartir no sólo un deporte, sino una forma de vivir. Una hermandad que trasciende los años, las distancias y las ausencias.

El mensaje final: un abrazo para toda la comunidad

Antes de volver a reunirse con el resto del grupo, Carlos Mansilla dejó un mensaje que resume su filosofía de vida y el sentimiento colectivo de las Viejas Glorias: “Queremos saludar a todo Río Grande. Que el Niño Jesús traiga paz y bendiciones. A los chicos que hacen este deporte les deseamos lo mejor, que el año que viene sea con más fuerza. Ojalá que se les cumplan todos los deseos. Porque el deporte es lo mejor que le puede pasar a cualquier joven”.

Sus palabras cargan la sinceridad de quien vivió el deporte desde adentro, conoció sacrificios, celebró triunfos y también despedidas. Pero, sobre todo, transmiten el amor por un pueblo y por una comunidad deportiva que sigue creciendo de la mano de su historia.

Un final abierto, como la historia del boxeo mismo

La reunión concluye sin estridencias, como un acto íntimo pero profundo. Las tazas de café vacías, las risas entremezcladas con silencios de memoria, los abrazos, y la presencia invisible de quienes ya no están dejan una sensación de continuidad: el boxeo fueguino sigue vivo porque ellos siguen vivos en él.

Las Viejas Glorias no solo representan una época; son, todavía hoy, una referencia ética, deportiva y humana para toda la provincia. Su encuentro anual en el café Roca es mucho más que un simple cierre de año: es un acto de identidad, de resistencia y de gratitud. Un recordatorio de que el deporte se construye con esfuerzo, con corazón y con una memoria que se transmite de generación en generación.

Y allí, en el centro de esa historia viva, Carlos “Carlitos” Mansilla vuelve a levantar la voz para que no se pierda lo esencial: “Toda la vida fuimos un grupo unido. Y eso es lo que queremos que siga. Que el boxeo crezca, que los chicos tengan oportunidades, y que la historia no se olvide.