Entre la contaminación y la desidia, las familias del lugar sobreviven en condiciones que contradicen el discurso oficial del progreso. Mientras la ciudad celebra su historia y su desarrollo, El Cañadón sigue recordando que no todos viven en la misma Ushuaia.
Ushuaia.- Mientras la ciudad se alista para celebrar sus 141 años este 12 de octubre, hay una Ushuaia que no festeja. En lo profundo de una reserva natural, donde debería preservarse el ambiente, persiste una herida abierta: El Cañadón, un asentamiento que recibe las cloacas de más de 5.000 personas.
Por ese cauce natural bajan los desechos de los barrios altos, que terminan corriendo a cielo abierto frente a las viviendas de unas 70 personas. Allí, el olor es constante, el barro se mezcla con los residuos y las aguas servidas se integran al paisaje cotidiano.
Las primeras ocupaciones se remontan a casi dos décadas atrás. Desde entonces, el tiempo no trajo soluciones: no hubo obras, ni planificación, ni control. Lo que nació como una ocupación improvisada se transformó en un asentamiento consolidado dentro de una reserva ambiental que perdió su función.
Entre la contaminación y la desidia, las familias del lugar sobreviven en condiciones que contradicen el discurso oficial del progreso. Mientras la ciudad celebra su historia y su desarrollo, El Cañadón sigue recordando que no todos viven en la misma Ushuaia.


















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