La “mega feria” montada en la Universidad Tecnológica Nacional se consolidó como paseo barrial, vidriera para emprendedores y alivio económico en un contexto de caída del empleo. Más de veinte puestos de gastronomía, un patio de comidas pensado para las familias y una programación temática explican por qué la convocatoria no deja de crecer. La iniciativa se cristalizó merced a un acuerdo entre el senador nacional Pablo Daniel Blanco y el Decano de la Facultad Regional Tierra del Fuego de la UTN y presidente de la FUNDATEC, Ing. Mario Félix Ferreyra.
Río Grande (Ramón Taborda Strusiat).- La feria instalada en la sede de la Facultad Universidad Tecnológica durante el fin de semana no se limitó a ofrecer puestos de venta: en pocos meses se convirtió en un punto de encuentro para familias, emprendedores y gastronómicos de la ciudad. “Es la mega feria Offen Plaza —dice Daniel Vega, uno de los organizadores junto a Rubén Andrade— y sigue superando las expectativas”.
El dato más visible es el patio de comidas: más de veinte puestos que funcionan todo el día y un espacio central donde las familias se sientan a compartir un mate o un almuerzo improvisado. “Acá le proveemos agua caliente para el mate”, explica Vega, y subraya la vocación del encuentro por convertirse en un paseo: “La gente viene, se sienta, comparte y disfruta de la música y las actividades temáticas —día de la primavera, día del niño— que le dan un carácter festivo al evento”.
Una vidriera rotativa para emprendedores
La feria no es un mercado estático: su fórmula incluye rotación de expositores. “Venimos rotando gente constantemente porque queremos que siempre sea una novedad”, cuenta Vega. Ese mecanismo permite que pequeños productores y artesanos muestren artículos distintos en cada edición y evita la saturación del espacio cuando la concurrencia supera la capacidad del predio.
La estrategia funciona: durante las jornadas se observó un flujo sostenido de visitantes y un movimiento intenso entre los puestos. Vega destaca el esfuerzo de los gastronómicos: “Ayer y hoy —sábado y domingo— han trabajado una barbaridad”. El resultado es doble: por un lado, generación de ingresos inmediatos para los feriantes; por otro, la construcción de una oferta cultural y gastronómica que atrae público recurrente.
Comunicación y comunidad digital
La promoción de la feria se apoya en las redes sociales. “Nos estamos manejando muchísimo con las redes; tenemos la página ‘Megaferia Open Plaza’ y la gente ya está pendiente de los días que va a haber feria”, explica Vega. La comunicación digital permitió además convertir el evento en una referencia local: avisos, fotos y recomendaciones circulan rápidamente y facilitan la convocatoria.
Esa presencia online también sirve para medir impacto y ajustar propuestas: temáticas especiales, música en vivo y actividades para niños surgen en respuesta directa al feedback de los vecinos. “Hicimos actividades por el Día del Niño, por la primavera, y la gente respondió muy bien”, resume el organizador.
La UTN como espacio público
La feria nació de una articulación con la UTN y FUNDATEC; la alta casa de estudios abrió sus puertas a la comunidad y cedió espacios que, de otro modo, estarían poco aprovechados. Vega reconoce la importancia de ese gesto: “Han abierto la institución a la sociedad, al vecino y al emprendedor; eso tiene una significancia importantísima para nosotros”, dice, y agradece especialmente la gestión del Decano Ingeniero Mario Félix Ferreyra.
El apoyo institucional no sólo facilita la logística; también legitima la iniciativa como un proyecto de integración entre academia y territorio, donde los estudiantes, docentes y vecinos comparten un espacio que combina formación, producción y consumo local.
Un amortiguador en tiempos difíciles
Más allá del festejo y la oferta gastronómica, la feria funciona como un amortiguador social en un contexto de pérdida de empleo y caída del consumo. Los microemprendimientos que allí se exhiben —desde alimentos caseros hasta oficios y artesanías— constituyen una vía de ingresos para familias afectadas por las transformaciones laborales de los últimos meses.
“Es una oportunidad para que los emprendedores prueben productos, reciban feedback y, en muchos casos, mantengan un ingreso estable”, afirma Vega. Esa función social, sumada a la dinámica de barrio del encuentro, explica por qué la feria ha resonado con fuerza en la ciudad.
Mirar al futuro: consolidación y desafío espacial
Los organizadores admiten que la demanda crece y que el espacio empieza a quedarse chico. “La capacidad del lugar a veces no da —reconoce Vega— pero venimos rotando emprendedores constantemente para que siempre haya novedades”. La próxima instancia será pensar la escalabilidad del proyecto: más ediciones por mes, mejores servicios para expositores y acuerdos de largo plazo con la UTN y otros actores locales.
Mientras tanto, la fórmula vigente —mezclar gastronomía, oficio y programación temática— parece la receta acertada: la gente concurre, se queda y vuelve. Y en tiempos donde las políticas públicas demoran en dar respuestas, el pequeño comercio y la inventiva vecinal ofrecen, al menos, una vía de resistencia económica y social.
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