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El anarquista que pasó 22 años preso en Ushuaia y acabó fabricando juguetes en México

El 14 de noviembre de 1909, un joven anarquista ruso llamado Simón Radowitzky realizó un atentado con bomba que le costó la vida al entonces jefe de la Policía de Buenos Aires, Ramón Lorenzo Falcón. Pasó 22 años preso en Ushuaia; fue idolatrado en la Guerra Civil española y que acabó fabricando juguetes en México donde murió.

El penal de Ushuaia contaba con 380 calabozos de un metro y medio por dos y muros de roca de 60 centímetros de espesor, distribuidos en cinco pabellones. En uno de ellos pasó 22 años el preso 155, Simón Radowitzky.

Río Grande.- BBC Mundo, a través de una nota de Jaime Campoamor, escribió una reseña de la azarosa vida de Simón Radowitzky, el anarquista ruso preso en Argentina, idolatrado en la Guerra Civil de España y que acabó fabricando juguetes en México.
Conocido por su dureza, Falcón había ordenado reprimir unos meses antes la conmemoración del 1º de Mayo, convocada por la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) en la plaza Lorea de Buenos Aires, frente al Congreso de la Nación.
La intervención policial se saldó con varios muertos y más de un centenar de heridos. Durante varios meses, grupúsculos anarquistas prepararon su venganza.
El elegido para llevarla a cabo fue un adolescente judío ruso, recién llegado a Argentina como inmigrante.
A mediados de noviembre, Falcón y un ayudante recorrían el cementerio de la Recoleta en un carruaje. Venían del funeral de un comisario porteño.
Apostado en un lateral del camino, el joven Radowitzky, de 18 años, lanzó un artefacto explosivo y huyó de la escena del crimen. Minutos después fue apresado por varios viandantes y, a pesar de que intentó suicidarse, no logró su cometido.

Fue juzgado y condenado a pena de muerte

Sin embargo, días antes de que lo ajusticiara un pelotón de fusilamiento, un familiar presentó un certificado de nacimiento en el que demostraba que el joven Simón era menor de edad. La justicia conmutó su pena por cadena perpetua en el penal de Ushuaia, en el extremo sur del país.

«La cárcel del fin del mundo»

Construida en esta ciudad argentina a fines del siglo XIX, en el imaginario popular es conocida como la «cárcel del fin del mundo». Inaugurada en 1904, estaba destinada a delincuentes comunes reincidentes y presos políticos.
El penal de Ushuaia contaba con 380 calabozos de un metro y medio por dos y muros de roca de 60 centímetros de espesor, distribuidos en cinco pabellones. En uno de ellos pasó 22 años el preso 155, Simón Radowitzky.
En esta época arranca 155 (Nórdica, 2016), un cómic del autor argentino Agustín Comotto.
Afincado en Barcelona, Comotto relató a BBC Mundo cómo conoció la historia de Radowitzky y por qué decidió dedicar 6 años a investigar sobre la vida del joven anarquista ruso, de origen ucraniano.
«En algunos círculos es un personaje muy conocido por lo que hizo. Cuando me puse a investigar me pareció un personaje idóneo para escribir la historia que quería, que no tenía que ver exclusivamente con el anarquismo, sino también con la Argentina de principios del siglo XX, con que era judío e inmigrante y con su relación con la Guerra Civil española, en la que combatió».
Radowitzky era recordado como un asesino o un terrorista que mató a un coronel del ejército argentino, explica Comotto.
Pero entonces el periodista Osvaldo Bayer publicó Los anarquistas expropiadores, Simón Radowitzky y otros ensayos (Galerna, 1975), contó la historia desde otro punto de vista y se reactivó el interés por el personaje en Argentina.

Intento de fuga y deportación a Uruguay

Con ayuda del movimiento obrero, el 7 de noviembre de 1918 Radowitzky logró fugarse del presidio y huyó en barco a Chile a través del canal de Beagle.
Tras cinco días de huida fue apresado por la policía chilena y mandado de vuelta a Ushuaia donde, según sus biógrafos, pasó otros doce años sufriendo aislamiento, torturas y enfermedades.
Durante este tiempo, obreros de todo el mundo pusieron en marcha campañas internacionales exigiendo su liberación.
El biógrafo Alejandro Martí, autor de Simón Radowitzky. Del atentado a Falcón a la Guerra Civil Española (De la Campana, 2010), «lo que realmente lo define y lo destaca como militante es la tenacidad con que defendió las ideas anarquistas hasta el último día de su vida».
No en vano, los diarios anarquistas y obreros de la época utilizaban los conceptos de mártir o santo para referirse a él.
«Durante muchos años medios anarquistas como La Protesta y La Antorcha, enfrentados en otras cuestiones ideológicas, coincidieron en resaltar su figura y sus sufrimientos en la cárcel de Ushuaia», dice Martí.
En concreto, el principal responsable de la creación del mito fue Diego Abad de Santillán, editor de La Protesta.
Y es que durante los años 1924 y 1925, el diario publicó regularmente «Las novedades mensuales sobre el mártir de Ushuaia».
«Simón le debe mucho a Abad de Santillán porque éste nunca se olvidó de él. Siempre reclamó su liberación», dice Comotto.
Finalmente, el 22 de abril de 1930, el gobierno de Hipólito Yrigoyen le concedió una amnistía y conmutó su pena por la deportación. Radowitzky era libre.
«El asesinato de Falcón fue un acto prácticamente espontáneo, una especie de vómito social, de rabia», dice Comotto.
«En prisión tomó conciencia de lo que era el anarquismo y se formó intelectualmente. Cuando fue liberado se volcó completamente en los ideales en los que creía».
Nada más salir de la cárcel fue deportado a Uruguay, donde pasó varios años recuperándose de la tuberculosis que contrajo en Tierra del Fuego.

Guerra Civil española

En 1936 estalló la Guerra Civil española. Radowitzky sintió entonces la necesidad de ir a luchar para salvaguardar sus ideales anarquistas.
Cuando llegó a España hizo lo posible por ir a luchar al frente.
«Siendo un ícono del anarquismo jamás pidió ni quiso privilegios y trabajó por la causa libertaria sin importarle si la labor que emprendía era grande o pequeña», explica Alejandro Martí.
Sin embargo, los dirigentes de la anarquista Confederación Nacional del Trabajo (CNT) no se lo permitieron.
El anarquismo ya había perdido en batalla a uno de sus líderes, Buenaventura Durruti, y no se podía permitir perder a otro.
Tras pasar el final de la guerra en la oficina de Propaganda Exterior, la CNT le encargó la misión de trasladar el archivo histórico del partido a Ámsterdam para evitar que los documentos cayeran en manos del franquismo.

Exilio y muerte en México

Cuando el fascismo comenzó a ganar terreno en Europa, Radowitzky fue capturado y enviado al campo de concentración francés de Saint Cyprien.
Tras unos meses de encierro, logró escapar y huir como refugiado a México junto a otros anarquistas españoles. En su pasaporte expedido por la República Española figuraba como Raúl Gómez Saavedra.
Bajo ese nombre trabajó durante varios años en una fábrica de juguetes en la Ciudad de México hasta que murió de un infarto en 1956.

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