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La Antártida y la responsabilidad

“…Las condiciones que debe reunir el personal que integra expediciones polares no son fáciles de encontrar. Lo ideal son hombres cuya edad oscile alrededor de los treinta años, de condiciones físicas sobresalientes, resistencia a la fatiga y al frío. Inteligentes, con preparación técnica adecuada y aptitudes para el trabajo manual.

“…Las condiciones que debe reunir el personal que integra expediciones polares no son fáciles de encontrar. Lo ideal son hombres cuya edad oscile alrededor de los treinta años, de condiciones físicas sobresalientes, resistencia a la fatiga y al frío. Inteligentes, con preparación técnica adecuada y aptitudes para el trabajo manual. Sin problemas sentimentales o de otro orden que les preocupen. En soledad se necesita preocupación y tranquilidad espiritual. Debe tener un gran espíritu de trabajo y ser estudioso. La educación tiene especial importancia para la vida en común. Voluntad para afrontar riesgos y cierto fatalismo para aceptar las contrariedades…”.

 

General de División “Expedicionario al Desierto Blanco” Hernán Pujato

El General Pujato, indiscutible pionero antártico, expresó claramente las características que debía poseer la persona dispuesta a prestar servicios en la Antártida, entre otros aspectos señala la necesidad de ser estudioso. Buscando interpretar el espíritu de lo que escribiera este visionario, podemos afirmar que se refería no solo al estudio de las características de los equipos que se deberán emplear y mantener, o de las técnicas polares a aplicar en el terreno, sino también que se debe ser un estudioso de la problemática antártica, no solamente como un mero ejercicio intelectual que ponga de manifiesto la capacidad investigadora del individuo, sino como una clara muestra de compenetración con nuestros indiscutibles méritos en este sector que nos corresponde de hecho y de derecho. Asimismo, deberá reflejar una inquietud por la proyección futura de los mismos cuando nos toque hacer valer lo que es nuestro por justicia y por razón.
El Tratado Antártico ha establecido una larga tregua a demandas de soberanía territoriales sobre esta masa helada llamada la última frontera del mundo. Eso de por sí posterga cualquier intento de reclamo, incluyendo el nuestro, pero no los invalida. Siete países pretenden un pedazo de dicho territorio y uno, el que tiene más poder y medios, se reserva el derecho de hacerlo cuando lo considere oportuno.
Cuando la Antártida todavía se catalogaba como “Terra Nullius” ya había manifestaciones argentinas que indicaban claramente el dominio de esas remotas islas y de esas heladas aguas que llegaban hasta las costas de un continente casi desconocido. Aunque algunos de esos esfuerzos puedan considerarse incidentales, no lo fueron ni la epopeya de la Corbeta Uruguay en 1903 ni la instalación permanente en 1904 del Observatorio Meteorológico y Magnético en la Isla Laurie del grupo de las Orcadas del Sur, como tampoco inicialmente la sacrificada labor de nuestra Marina de Guerra seguidas por la del Ejército y la Fuerza Aérea. Conceptos históricos y políticos, actos de gobierno que evidencian el ejercicio de la soberanía nacional, la inversión de esfuerzos, de sacrificios, de conocimientos, de vidas y de medios para beneficio del hombre y de la comunidad de hombres indican ese “animus possidendi” argentino para incorporar este pedazo del continente al territorio nacional.
A aquellos hechos siguieron muchos otros a lo largo de la fecunda Historia Antártica Argentina. En todos los casos nuestra presencia llevaba además del estandarte argentino también implícito el de la paz. No se trataba de ocupaciones militares, aunque las Bases y Destacamentos se originaran en las Fuerzas Armadas; ellas eran las que estaban estructuralmente mejor capacitadas para hacerlo como brazo de la Nación a la que sirven, pero eso no significa que el objetivo fundamental no fuera el del estudio y el conocimiento de los múltiples secretos que encierran estos hielos polares y la evidente intención de proclamar nuestra soberanía.
¡Cuánto se ha avanzado a lo largo de los años transcurridos! Nuestro pueblo se merece el sacrificio de tantos abnegados argentinos que visionariamente dedicaron lo mejor de lo suyo para el conocimiento del último confín de la patria. Ello evidencia la voluntad de incorporar ese sector entre los meridianos 25o y 74o, en forma efectiva y definitiva y más allá de cualquier simbolismo, dentro del territorio nacional y terminar de instalar de una vez y para siembre el concepto de que la Argentina es una nación Bi-Continental, donde su extremo norte es La Quiaca, su extremo sur esta materializado por el Polo Sur y su centro geográfico es Tierra del Fuego. No habría mejor forma de acrecentar nuestros innegables derechos que haciendo lo que se ha venido haciendo: Patria en los Hielos Polares. No perseverar en el impulso será retroceder.
Desgraciadamente distintas situaciones, a mi entender de carácter coyuntural, atentan contra el apoyo a la continuidad y calidad del esfuerzo no de unos pocos destacados en estas latitudes, sino de toda una nación que está detrás de ellos. Los vaivenes económicos, afectan malamente la vida de los habitantes de este suelo. Fueron y son necesarios sacrificios nunca imaginados para tratar de volver a lo que éramos antes.
A lo largo de nuestra historia como país libre independiente y soberano, hemos perdido mucho, a veces por no saber aprovechar oportunidades, otras veces en laudos internacionales contrarios a nuestros intereses, hasta la aún herida abierta de Malvinas, pero ¡Por favor! no descuidemos la Antártida. Admito que programas de austeridad nacional y recortes presupuestarios en todos los niveles son indispensables pero eso no significa descuidar nuestra presencia efectiva y constructiva en ese pedazo de suelo helado que los argentinos aprendimos a conocer y a querer porque es nuestro. La historia con voz potente demanda que se priorice la continuidad del esfuerzo mancomunado de todo un pueblo que hoy siente verdadera vocación antártica. Lo que antes parecía una leyenda hoy es una realidad. No se trata de simbolismos, que sirven para alimentar nuestros entusiasmos, sino de hechos concretos que fundamentan nuestros derechos ya adquiridos.
Si uno estudiara distintos factores analíticos llegaría a una conclusión, diría yo inequívoca y casi irrefutable, que señalaría que la disminución de la presencia argentina en la Antártida afectaría negativamente a los intereses estratégicos nacionales en la región, ya que a pesar de los increíbles adelantos en el área de las ciencias y de la técnica, la geografía no ha pasado a desaparecer. Distintos autores en publicaciones recientes dan muestra de ello y han revitalizado dicha disciplina (1).
Desde el punto de vista geológico, botánico y geográfico la Península Antártica es continuación del territorio nacional más allá del extremo meridional de Tierra del Fuego y en su totalidad está ubicada en el sector argentino. A su vez la Comisión del Límite Exterior de la Plataforma Continental, órgano científico integrado por veintiún expertos internacionales de reconocido prestigio y creado por la Convención de la ONU sobre el Derecho del Mar, adoptó por consenso, es decir sin un solo voto en contra, las recomendaciones sobre la presentación argentina. Lo señalado es el resultado de veinte años de trabajo arduo. La Comisión Nacional del Límite Exterior de la Plataforma Continental (COPLA), creada por Ley Nacional, presidida por la Cancillería e integrada por el Jefe del Servicio de Hidrografía Naval y el Ministerio de Economía, necesitó ese tiempo para precisar los límites exactos del área marítima de la Argentina (3). Lo expresado ha generado gran preocupación y malestar del otro lado de la cordillera, ya que la resolución de la ONU ratificaría per se la posición argentina sobre el sector antártico reclamado (4,5 y 6)
Aunque eso no nos dé necesariamente derechos sobre el sector antártico, sí nos obliga a consolidar los que ya hemos adquiridos a la luz de la legislación internacional y protegerlo resulta tan importante como proteger cualquier otra parte del terruño patrio. Para un pueblo en primer lugar está su territorio, el bien nacional que solo puede ser modificado por la suerte de las armas o por los errores de la política. Es cierto que los adelantos científicos y técnicos aplicados a los usos de la guerra han modificados ciertos valores geopolíticos y geoestratégicos, pero descuidar los que son básicos y nos atañen a los argentinos sería una muestra de falta de responsabilidad en la conducción política.
El Tratado Antártico pospone reclamos territoriales pero no resuelve los problemas sobre la explotación de recursos naturales. Durante la crisis energética global de la década de 1970 el interés de las grandes potencias por minerales y petróleo – especialmente los Estados Unidos y países altamente industrializados – hicieron que prestaran especial interés al potencial sumergido en los hielos de ese continente. Con el adelanto de la tecnología moderna ese potencial atrae todavía más interés y, eventualmente, existe la posibilidad de se produzcan rivalidades cuyas soluciones no están previstas en el mencionado Tratado. Nuestra posición geográfico-política al tener derechos soberanos sobre la mayor parte continental no cubierta por los hielos -aunque otros también reclamen la misma parte- nos obliga a ser vigilantes para no debilitarlos y, eventualmente, perder lo que nos ha costado tantos sacrificios. El amargo ejemplo de las Malvinas nos debe llevar a reflexiones que fortalezcan nuestro determinismo. No hacerlo será como dejar sin guardia una Guarnición Militar.
En conclusión un argentino dispuesto a prestar servicio en o por la Antártida, debe ser consciente de la tamaña responsabilidad que le cabe, la que involucra el conocimiento de nuestra historia antártica y el estudio profundo de la problemática actual de este continente, de este modo podrá transformarse en un fiel custodio de nuestras glorias pasadas y a la vez, en un digno referente de lo que significa proteger el patrimonio nacional a partir del conocimiento, todo ello debidamente impregnado de un profundo sentimiento de abnegación, entendiendo a la misma, en su literal acepción como “el que se sacrifica o renuncia a sus deseos o intereses por alguien o algo” (7), evitando posiciones mezquinas y oportunistas que oscurezcan en los actores su visión de la posteridad. Futuras generaciones de compatriotas se lo agradecerán o se lo recriminarán tanto o más que las presentes.
Bahía Esperanza, 20 de noviembre de 2016
Teniente Coronel Miguel Ángel Vázquez
Jefe de la Base Antártica “Esperanza”
Campaña Antártica de Invierno 2016

(1) KAPLAN, Robert. La venganza de la geografía. Como los mapas condicionan el destino de las nacio-nes. RBA Libros. Barcelona. 2013.
(2) Consultado en htpp://www.un.org/Depts/los/clcs_new/submissions_files/arg25_09/arg2009e_summary.
pdf. el 20 Nov 16.
(3) Consultado en http://www.plataformaargentina.gov.ar/es/pArgentina el 20 Nov 16.
(4) Consultado en https://prensaantartica.com/2016/07/29/territorio-antartico-la-protesta-de-chile-ante-la-comision-de-limites-de-la-convemar/ el 29 Jul 16.
(5) Consultado en https://prensaantartica.com/2016/08/02/core-invitara-al-academico-jorge-guzman-a-exponer-sobre-la-antartica-y-los-limites-maritimos/ el 02 Ago 16.
(6) Consultado en https://prensaantartica.com/2016/08/29/consejeros-regionales-opinan-sobre-pretension-argentina-en-areas-continentales-y-antartica/ el 29 Ago 16.
(7) REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario del Estudiante. Santillana Ediciones Generales. España 2005.

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